CASA P.A.
CASA P.A.
CONCLUIDA
Esta vivienda se concibe a partir de una idea organizativa clara y potente: la articulación espacial en torno a tres patios interiores, cada uno con un carácter, función y escala definidos. Estos vacíos no son meros elementos secundarios; por el contrario, se transforman en los verdaderos protagonistas del proyecto, ordenando la distribución, estructurando la vida doméstica y cualificando la experiencia del habitar.
Desde el acceso principal, el recorrido se enmarca por una perspectiva longitudinal que prolonga la visual hasta el fondo del lote. Este gesto inicial establece una fuerte conexión con el exterior, enfatizando la transparencia y la continuidad espacial, dos principios fundamentales en la concepción de la vivienda. A partir de allí, el proyecto se divide de forma clara y funcional en dos grandes zonas: una social, abierta y flexible, y otra privada, más introspectiva y ordenada. El punto de inflexión entre ambas es el patio central, que actúa como articulador entre los programas y a su vez conecta con espacios de servicio como el baño social y la bodega.
El primer patio, ubicado en el corazón del área social, cumple una función más contemplativa. Pensado como un espacio ajardinado y tranquilo, acompaña el día a día de la sala, comedor y cocina sin interferir en sus usos. Aquí, la arquitectura se repliega para enmarcar el vacío, generando un ambiente sereno que ofrece luz natural, ventilación cruzada y una sensación constante de apertura. Este espacio actúa como un pulmón interior y como punto de referencia visual desde múltiples ángulos, reforzando la noción de continuidad espacial.
El segundo patio, ubicado en la zona de transición, asume un rol más activo: no solo ilumina y ventila, sino que se convierte en un verdadero espacio de permanencia. Se trata de un vacío vivo que vincula las áreas sociales con las privadas, facilitando los recorridos, ofreciendo una pausa en el desplazamiento y permitiendo que la vivienda respire desde el centro. Este patio central está pensado como un espacio de encuentro cotidiano, donde las dinámicas familiares pueden extenderse de forma espontánea hacia el exterior sin perder privacidad.
En la zona privada, la organización responde a una lógica modular y racional: se ubican tres dormitorios alineados en secuencia, intercalados con baños que comparten servicios entre habitaciones. Esta disposición —dormitorio – baño – dormitorio – baño – dormitorio— permite optimizar las instalaciones, asegurar una distribución ordenada y repetir elementos constructivos, lo que se traduce en eficiencia funcional y constructiva. Al final del bloque privado, una sala de televisión común ofrece un espacio de reunión más íntimo, diseñado especialmente para el uso diario de los hijos.
El tercer patio, de uso exclusivo para esta zona, está concebido como un refugio interior, pensado para el descanso, el juego y la privacidad. Su presencia fortalece la idea de independencia dentro del conjunto, permitiendo que cada miembro de la familia se relacione con la casa de manera autónoma.
A nivel volumétrico, la propuesta distingue intencionadamente entre los distintos programas: las cubiertas inclinadas se reservan para los dormitorios, mientras que la zona social se remata con techos planos. Sin embargo, esta diferencia no se manifiesta directamente hacia el exterior. Mediante un recurso constructivo deliberado, la inclinación de las cubiertas se oculta desde la fachada, generando una envolvente continua y homogénea. Esta “mentira constructiva” se convierte en una “verdad arquitectónica”, donde la coherencia formal prima por sobre la literalidad tectónica. El resultado es una vivienda que conjuga racionalidad funcional, claridad estructural y una sensibilidad especial hacia el vacío como elemento generador del proyecto.