CASA PÁEZ
CASA PÁEZ
CONCLUIDA
Desde el primer contacto visual, la vivienda transmite una fuerza horizontal clara que se integra con el paisaje andino que la rodea. El terreno abierto y la presencia de montañas al fondo refuerzan la intención de proyectar un volumen bajo, extendido y sereno, que se asienta sin competir con la geografía. La cubierta plana y continua actúa como una línea arquitectónica que subraya la amplitud del horizonte.
El ladrillo visto destaca como material predominante en los muros, aportando textura y calidez frente al vidrio y al acero. En la imagen se aprecia cómo el ladrillo no solo funciona como cierre, sino como un recurso tectónico que ancla la vivienda al suelo, dotándola de masa y estabilidad. El contraste entre la solidez del ladrillo y la transparencia del acristalamiento resuelve la dualidad entre protección y apertura, generando una obra que respira hacia el paisaje.
La iluminación natural es un elemento central: los grandes ventanales de piso a techo permiten la entrada generosa de luz, eliminando las fronteras entre interior y exterior. Este gesto convierte al paisaje en un telón de fondo permanente de la vida cotidiana. La modulación de los vanos se aprecia en la continuidad de la estructura metálica, que ordena el acristalamiento y evita cortes visuales abruptos.
La planta en T estructura el proyecto: un eje lineal que organiza los espacios sociales y de servicio, complementado con el ramal que conecta las áreas privadas. En el costado izquierdo, el bloque más cerrado evidencia los espacios complementarios —cocina, despensa y baños— resueltos con ladrillo y vanos horizontales controlados para mayor privacidad.
El tramo central, por el contrario, se abre con un amplio módulo acristalado que corresponde a la sala y comedor, donde la transparencia del vidrio potencia la integración con el paisaje y baña el espacio de luz natural durante todo el día. Al extremo derecho se percibe la transición hacia los dormitorios y hacia la piscina familiar, reforzando la secuencia de lo público a lo íntimo.
La distribución espacial responde de manera precisa a la vida contemporánea: las áreas sociales disfrutan de la apertura y del contacto directo con el entorno, mientras que los espacios privados se resguardan sin perder la relación visual con el exterior. El ladrillo, como material de continuidad en interiores y exteriores, garantiza un ambiente térmicamente confortable, mientras que el vidrio y el acero aportan ligereza y modernidad.
En conjunto, la vivienda logra un equilibrio armónico entre materialidad, modulación, iluminación natural y paisaje, consolidándose como una arquitectura sobria y atemporal que transforma el acto de habitar en una experiencia de contemplación y convivencia.